Agosto suele ser un mes de silencio en el mundo académico español. Los pasillos se vacían y la investigación se pausa. Sin embargo, en el Colegio Branwen Parvis de Artes y Letras, el silencio de este verano no era de inactividad, sino de intensa concentración. Nuestros laboratorios de computación y diseño (el HCI-Lab) han estado albergando uno de los proyectos más singulares de nuestra corta historia: el “Archivo Textil”, una colaboración que define nuestra filosofía de “Artesano Digital” y nuestro modelo académico vertical.
El proyecto ha reunido a un equipo insólito: tres investigadores de nuestro Máster (MSc) en Ciencia Computacional, dos artistas técnicos del Máster (MA) en Artes Digitales y, crucialmente, cuatro estudiantes de élite de nuestro itinerario de Bachillerato Tecnológico, como parte de nuestro “Programa de Investigadores de Verano”.
El desafío, propuesto por la Dra. Clara Benítez Ruiz (Directora del Grado en Diseño), era aparentemente sencillo: ¿cómo se puede archivar digitalmente una pieza de alta costura histórica, como un vestido de Balenciaga de los años 50 del cercano Museo del Traje de Madrid?
La respuesta habitual es la fotogrametría: un escaneo 3D de alta resolución. Pero esto, para nosotros, era un fracaso. Un escaneo captura la forma estática de un vestido en un maniquí, pero ignora por completo su alma: la física del tejido. No captura cómo caía la seda, el peso de un brocado o la rigidez de un tafetán.
Aquí es donde entró nuestro equipo de IA. El objetivo no era crear una “imagen” del vestido, sino un “gemelo digital” de su comportamiento.
Los estudiantes de MSc, bajo la supervisión del Dr. Javier Marín, pasaron las primeras semanas entrenando un modelo de IA (una Red Generativa Adversaria o GAN) no con fotos, sino con miles de simulaciones de física de tejidos. Introdujeron datos sobre la densidad del hilo, la porosidad, la rigidez a la flexión y la fricción. Querían enseñar a la IA a predecir cómo se movería esa tela específica.
Los resultados iniciales fueron, francamente, decepcionantes. Y aquí es donde la “fricción saludable” de nuestro modelo educativo demostró su valor.
El equipo de MSc había logrado precisión técnica. El software podía simular el tejido cayendo sobre una forma. Pero los estudiantes del MA en Artes Digitales, los artistas, intervinieron. “No se siente real”, fue su veredicto. “Se mueve como el plástico, no como la seda. Es matemáticamente correcto, pero perceptualmente erróneo”. El modelo de IA había capturado la física, pero no la “vida” del material.
El proyecto se atascó. El modelo de IA era demasiado complejo y, sin embargo, fallaba en lo más básico.
El avance no vino de un investigador de posgrado, sino de una estudiante de 17 años del Bachillerato. Durante una revisión de proyecto, hizo la pregunta aparentemente ingenua que desbloqueó el problema: “Estamos enseñando a la IA cómo cae la tela, pero… ¿le hemos enseñado cómo se arruga? ¿O cómo interactúa la electricidad estática entre las capas?”.
Fue un momento de humildad académica. El equipo de MSc se dio cuenta de que su modelo de simulación era demasiado limpio. Habían eliminado las “imperfecciones” del mundo real, como la humedad del aire y la estática, por considerarlas “ruido”. Pero en la moda, esas imperfecciones no son ruido; lo son todo.
El proyecto se reinició con un nuevo enfoque. El equipo comenzó a entrenar la IA no solo con la física pura, sino con lo que llamaron “propiedades secundarias”: la rigidez del pliegue, la absorción de la luz y la acumulación de estática.
El resultado es un sistema que, aunque aún en desarrollo, es revolucionario. Es un “Archivo Textil Vivo”. Nuestros estudiantes de Artes Digitales ahora pueden aplicar este tejido digital a un avatar y ver cómo responde al movimiento con un realismo sin precedentes. No es una simple simulación; es una recreación de la intención del diseñador.
Para los cuatro estudiantes de Bachillerato, esta no fue una “práctica” de verano. Sus nombres figurarán como coautores en el artículo de investigación que se presentará en la conferencia ACM SIGGRAPH.
En el Colegio Branwen Parvis, no esperamos a que nuestros alumnos terminen sus estudios para que se conviertan en “Artesanos Digitales”. Los sumergimos en la complejidad del mundo real desde el primer día. Este proyecto demuestra nuestra convicción más profunda: la innovación no surge de la perfección aislada de una disciplina, sino de la colisión de la experiencia técnica de un ingeniero de IA, la visión crítica de un artista digital y la pregunta audaz de un estudiante de secundaria.
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